martes, diciembre 04, 2007

LAS VISPERAS DE FAUSTO


Esa noche de junio de 1540, en la cámara de la torre, el doctor Fausto recorría los anaqueles de su numerosa biblioteca. Se detenía aquí y allá; tomaba un volumen, lo hojeaba nerviosamente, volvía a dejarlo. Por fin escogió los Memorabilia de Jenofonte. Colocó el libro en el atril y se dispuso a leer. Miró hacia la ventana. Algo se había estremecido afuera.

Fausto dijo en voz baja: "Un golpe de viento en el bosque". Se levantó, apartó bruscamente la cortina. Vio la noche, que los árboles agrandaban.Debajo de la mesa dormía Señor. La inocente respiración del perro afirmaba, tranquila y persuasiva como un amanecer, la realidad del mundo. Fausto pensó en el infierno.Veinticuatro años antes, a cambio de un invencible poder mágico, había vendido su alma al Diablo. Los años habían corrido con celeridad. El plazo expiraba a medianoche. No eran, todavía, las once.Fausto oyó unos pasos en la escalera; después, tres golpes en la puerta. Preguntó: "¿Quién llama?". "Yo", contestó una voz que el monosílabo no descubría, "yo". El doctor la había reconocido, pero sintió alguna irritación y repitió la pregunta.

En tono de asombro y de reproche contestó su criado: "Yo, Wagner". Fausto abrió la puerta. El criado entró con la bandeja, la copa de vino del Rin y las tajadas de pan y comentó con aprobación risueña lo adicto que era su amo a ese refrigerio. Mientras Wagner explicaba, como tantas veces, que el lugar era muy solitario y que esas breves pláticas lo ayudaban a pasar la noche, Fausto pensó en la complaciente costumbre, que endulza y apresura la vida, tomó unos sorbos de vino, comió unos bocados de pan y, por un instante, se creyó seguro. Reflexionó: "Si no me alejo de Wagner y del perro no hay peligro".Resolvió confiar a Wagner sus terrores.

Luego recapacitó: "Quién sabe los comentarios que haría". Era una persona supersticiosa (creía en la magia), con una plebeya afición por lo macabro, por lo truculento y por lo sentimental. El instinto le permitía ser vívido; la necedad, atroz. Fausto juzgó que no debía exponerse a nada que pudiera turbar su ánimo o su inteligencia.El reloj dio las once y media.

Fausto pensó: "No podrán defenderme". Nada me salvará. Después hubo como un cambio de tono en su pensamiento; Fausto levantó la mirada y continuó: "Más vale estar solo cuando llegue Mefistófeles. Sin testigos, me defenderé mejor". Además, el incidente podía causar en la imaginación de Wagner (y acaso también en la indefensa irracionalidad del perro) una impresión demasiado espantosa.-Ya es tarde, Wagner. Vete a dormir.Cuando el criado iba a llamar a Señor, Fausto lo detuvo y, con mucha ternura, despertó a su perro. Wagner recogió en la bandeja el plato del pan y la copa y se acercó a la puerta. El perro miró a su amo con ojos en que parecía arder, como una débil y oscura llama, todo el amor, toda la esperanza y toda la tristeza del mundo. Fausto hizo un ademán en dirección de Wagner, y el criado y el perro salieron. Cerró la puerta y miró a su alrededor. Vio la habitación, la mesa de trabajo, los íntimos volúmenes. Se dijo que no estaba tan solo. El reloj dio las doce menos cuarto. Con alguna vivacidad, Fausto se acercó a la ventana y entreabrió la cortina. En el camino a Finsterwalde vacilaba, remota, la luz de un coche."¡Huir en ese coche!", murmuró Fausto y le pareció que agonizaba de esperanza.

Alejarse, he ahí lo imposible. No había corcel bastante rápido ni camino bastante largo. Entonces, como si en vez de la noche encontrara el día en la ventana, concibió una huida hacia el pasado; refugiarse en el año 1440; o más atrás aún: postergar por
doscientos años la ineluctable medianoche. Se imaginó al pasado como a una tenebrosa región desconocida: pero, se preguntó, si antes no estuve allí ¿cómo puedo llegar ahora? ¿Como podía él introducir en el pasado un hecho nuevo? Vagamente recordó un verso de Agatón, citado por Aristóteles: "Ni el mismo Zeus puede alterar lo que ya ocurrió". Si nada podía modificar el pasado, esa infinita llanura que se prolongaba del otro lado de su nacimiento era inalcanzable para él. Quedaba, todavía, una escapatoria: Volver a nacer, llegar de nuevo a la hora terrible en que vendió su alma a Mefistófeles, venderla otra vez y cuando llegara, por fin, a esta noche, correrse una vez más al día del nacimiento.Miró el reloj. Faltaba poco para la medianoche. Quién sabe desde cuándo, se dijo, repre-sentaba su vida de soberbia, de perdición y de terrores; quién sabe desde cuándo engañaba a Mefistófeles. ¿Lo engañaba? ¿Esa interminable repetición de vidas ciegas no era su infierno?

Fausto se sintió muy viejo y muy cansado. Su última reflexión fue, sin embargo, de fidelidad hacia la vida; pensó que en ella, no en la muerte, se deslizaba, como un agua oculta, el descanso. Con valerosa indiferencia postergó hasta el último instante la resolución de huir o de quedar.

La campana del reloj sonó...



Adolfo Bioy Casares
Obras Completas
Cuentos I

Nació en Buenos Aires el 15 de septiembre de 1914 y falleció el 8 de marzo de 1999.A diferencia de otros escritores contemporáneos, Bioy Casares no necesitó exiliarse en ninguno de los períodos más duros de la historia argentina, quizás por provenir de una familia burguesa acomodada, que le permitió dedicarse exclusivamente a su literatura.

Hijo de un padre que había incursionado en las letras, desde pequeño Bioy tuvo contacto con los grandes clásicos de la literatura universal, a lo que le sumó un pasaporte atiborrado de viajes a Europa que le fueron confiriendo un estilo definido, tanto en su obra como en su vida, convirtiéndolo en un verdadero dandy.

A los once años escribió una primera novela, Iris y Margarita –plagiando a"Petit Bob" de Gyp (escritora francesa Sibylle Gabrielle Marie Antoinette Riqueti de Mirabeau, condesa de Martel de Janville)–, recurrió al plagio para deslumbrar a una prima de la que estaba perdidamente enamorado; y a los catorce, compuso Vanidad o Una aventura terrorífica, cuento fantástico y policial.

Su primera publicación fue Prólogo, que escribió a los 15 años y logró publicar gracias al pago de la edición, por parte de su padre. En 1932, en casa de Victoria Ocampo, conoce a Jorge Luis Borges, quien se convertiría en un inseparable amigo y con quien escribirían páginas magistrales. "Éramos muy amigos con Borges - cuenta Bioy en una entrevista - nunca nos dábamos textos para que el otro los viera, pero cada vez que uno de nosotros había inventado una historia que podía ser un cuento o una novela, se la contaba al otro. Siempre es agradable que a uno le cuenten cuentos".

En 1934 conoció a Silvina Ocampo, quien año después se convertiría en su esposa. Ese mismo año abandonó sus estudios de filosofía y letras y comienza a publicar sus primeras novelas. A partir de entonces el prestigio de Bioy Casares es cada vez mayor, ayudado por una excelente prosa que dibuja o bien ingeniosas historias donde el amor es un tema recurrente, o bien intrigantes policiales plagados de guiños.

En 1975 le concedieron el Gran Premio de Honor de la SADE, fue nombrado Miembro de la Legión de Honor de Francia en 1981, Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en 1986 y en 1991 recibió en Alcalá de Henares el Premio Miguel de Cervantes, coronando un trabajo de amplio reconocimiento internacional.

Bioy Casares murió en Buenos Aires, a los 84 años, luego de una serie de complicaciones ocasionadas por su avanzada edad. Poco tiempo antes había expresado uno de sus últimos deseos: "No me gusta nada la idea de morir. Si pudiera vivir quinientos años aceptaría y pediría: ¿no puede darme unos más?."

Obras
Novelas:
·La invención de Morel (1940)
·Plan de evasión (1945)
·El sueño de los héroes (1954)
·Diario de la guerra del cerdo (1969)
·Dormir al Sol (1973)·La aventura de un fotógrafo en La Plata (1985)
·Un campeón desparejo (1993)
·De un mundo a otro (1997)

Cuentos:
·Prólogo (1929)
·17 disparos contra lo porvenir (1933)
·La estatua casera (1936)·Luis Greve, muerto (1937)
·La trama celeste (1948)·Las vísperas de Fausto (1949)
·Historia prodigiosa (1956)·Guirnalda con amores (1959)
·El lado de la sombra (1962)
·El gran serafín (1967
)·El héroe de las mujeres (1978)
·Historia desaforadas (1986)
·En viaje (1996)